miércoles, 25 de julio de 2007

Última Thule

En diversas fuentes griegas y romanas se hace mención de una remota isla descrita por un marino y aventurero heleno llamado Pytheas de Massalia que entre los años 330 y 325 a.C. navegó por el mar Hiperbóreo u Oceanus Innavigabilis, nombre que en aquella época tenía la parte norte del Oceáno Atlántico.

Thule, Tile o Última Thule fue el nombre con el que se mencionaba a dicha isla, lugar que se encontraba según Pytheas "a seis días de singladura hacia el norte desde Bretaña" (la actual Gran Bretaña). Parece demostrado que el navegante griego llegó a Gran Bretaña, sin embargo la descripción que hizo de Thule resultó algo contradictoria.

El concepto de última thule se ha utilizado en la geografía romana y medieval para referirse a cualquier lugar distante situado más allá de las fronteras del mundo conocido, generalmente en el norte lejano. También se la ha relacionado con el continente perdido de la Atlántida.

La primera evidencia tangible de la ocupación humana de la Thule que supuestamente conoció Pytheas, se remonta al 300 d.C., unas monedas romanas acuñadas en dicha época así lo atestiguan. Si bien Bretaña permanecía bajo el gobierno de Roma, no hay certeza de que los navegantes romanos arribaran a las costas de Thule, pudiendo ser que las monedas llegaran allí en época posterior.

En el siglo VI el desconocimiento de las zonas septentrionales del Océano Atlántico se alimentaba de las supersticiones según las cuales era terreno abonado para alimañas de lo más terroríficas, como los cinocéfalos, mitad hombres y mitad perros que subsistían en un entorno de islas con grandes vientos y fuertes torbellinos. Recordemos también las historias sobre el kraken que describía Olaus Magnus en su Historia de las gentes del norte. Lugar, en suma, escasamente recomendable para ser visitado...

La llegada del Cristianismo a Irlanda en el siglo VI iba a suponer un cambio en las creencias anteriores, pues eran incompatibles con la fe en Cristo. Serían pues los monjes irlandeses los que, empujados por su afán evangelizador, pondrían rumbo a ese mítico norte supuestamente plagado de fieras descomunales. Aparte de lo anterior, se observó que aves migratorias recalaban en Irlanda provenientes del noroeste, lo cual permitía concluir que por aquellos lares debería haber otras tierras susceptibles de ser cristianizadas.

El relato titulado Navigatio Sancti Brendani Abbatis parece intuir que el monje San Brendan tocó tierras entre el Ártico y el Atlántico Norte. A partir del año 700 otros monjes siguieron su ejemplo, visto que no había "mucha gente" a quien evangelizar, su objetivo era encontrar un lugar apartado donde llevar una vida de ermitaño regida por los rezos y la comunión con Dios.

En el año 825 el monje Dicuil dejó por escrito impresiones sobre su retirado hogar, en la misteriosa Última Thule, dando constancia del extraño fenómeno de que durante el verano no se ponía el sol.


A mediados del siglo IX, marinos nórdicos que luego serían conocidos como vikingos, se cree que tuvieron conocimiento en sus frecuentes viajes a Irlanda, que al noroeste existía una tierra susceptible de ser habitada. Nativos de las actuales Noruega y Suecia, fueron los primeros en establecer colonias estables en la que ya dejaría de ser la tenebrosa "Última Thule". Según otras teorías los vikingos llegarían allí casualmente debido a errores de navegación, como parece ser que también ocurríó con su presencia en América.

Los cada vez más numerosos asentamientos vikingos dieron lugar a la progresiva retirada de los monjes irlandeses o papars que vieron perdida su tranquilidad. Aunque parece ser que otros irlandeses llegaron también a Thule con intenciones de quedarse.

Se considera que fue un sueco llamado Naddoddur el primer navegante nórdico que llegó a la isla de Thule en el año 850, este vikingo cambiaría el nombre de Última Thule (que ya no era tal) por el de Snaeland (tierra de nieves). Fue otro marino vikingo, Gadar Svavarsson, quien circunnavegó Snaeland, pasando a denominarla Gadarshólmur en honor a sí mismo.

En el año 860 el noruego Floki Vilgerdarson encabezó sucesivas migraciones, dado el terrible régimen feudal que imperaba en su tierra, a su llegada a la isla, las grandes masas de icebergs que flotaban ante la costa le sugirieron que su nuevo hogar más que "tierra de nieves" era "tierra de hielos" (Island) y de ahí su nombre actual Islandia.

Pero fue Ingólfur Arnarson el considerado como fundador de la colonia nórdica en Islandia tras su llegada en 874, permaneciendo al frente de su comunidad en un lugar situado al suroeste de la isla que él llamó Reykjavik o "bahía humeante" debido a las nubes de vapor que surgían del suelo costero por los fenómenos geotérmicos.

El periodo comprendido entre los años 874 y 930 es llamado en Islandia el "Periodo de Colonización", que culminaría con la creación del primer parlamento del mundo, el Althing.

La histórica Última Thule que creyó descubrir Pytheas, aunque con poco éxito entre sus conciudadanos, arraigó en el imaginario colectivo, convirtiéndose en mito literario divulgado por escritores de la antigüedad como Virgilio. La actual Islandia, la tierra de hielo y fuego, nos sorprende hoy día con una naturaleza impresionante y dramática.

Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí me enorgullecen las que he leído.
No habré sido un filólogo,
no habré inquirido las declinaciones, los modos,
la laboriosa mutación de las letras,
la de que se endurece en te,
la equivalencia de la ge y de la ka,
pero a lo largo de mis años he profesado
la pasión del lenguaje.
Mis noches están llenas de Virgilio;
haber sabido y haber olvidado el latín
es una posesión, porque el olvido
es una de las formas de la memoria,
su vago sótano
la otra cara secreta de la moneda. .
Cuando en mis ojos se borraron
las vanas apariencias queridas,
los rostros y la página,
me dí al estudio del lenguaje de hierro
que usaron mis mayores para cantar
espadas y soledades,
y ahora, a través de siete siglos,
desde la Ultima Thule,
tu voz me llega, Snorri Sturluson.
El joven, ante el libro, se impone una disciplina precisa
y lo hace en pos de un conocimiento preciso;
a mis años, toda empresa es una aventura
que linda con la noche.
No acabaré de descifrar las antiguas lenguas del Norte,
no hundiré las manos ansiosas en el oro de Sigurd;
la tarea que emprendo es ilimitada
y ha de acompañarme hasta el fin,
no menos misteriosa que el universo
y que yo, el aprendiz.

Jorge Luis Borges