Herman Gesellius, Armas Lindgren y Eliel Saarinen serían los artífices de que la arquitectura finlandesa se diera a conocer mundialmente. En pleno auge del movimiento karelianista, en la época dorada del arte finlandés, el diseño del Pabellón de Finlandia para la Exposición Universal de París de 1900 supuso un hito para la arquitectura finesa, convirtiéndose en un edificio emblemático.
París organizó consecutivamente dos exposiciones universales, en 1889 con motivo del centenario de la Revolución Francesa (para la cual se construyó la Torre Eiffel) y en 1900 bajo el título El balance de un siglo, con una mayor participación que la anterior y que además coincidiría con la celebración en la capital francesa de los Juegos Olímpicos.
Finlandia aún pertenecía al Imperio Ruso como Gran Ducado Autónomo, a pesar de ello presentó pabellón propio por primera vez en su historia, el cual supondría un motivo de reivindicación nacional en una época en la que Rusia intentó minar la autonomía finlandesa.
Era una gran oportunidad para presentar al mundo sus logros artísticos, científicos y económicos. El pabellón albergaba abundantes contenidos colocados con destreza. Los elogios que tuvo entre la prensa francesa, donde se alababa su imaginatividad, sencillez, elegancia y modernidad, tuvieron gran eco en Finlandia, pues suponía un valor de autoafirmación.
El edificio se inspiraba en las cabañas de los bosques fineses y en las antiguas iglesias; tenía una torre octogonal de base cuadrada en la que cuatro osos representaban la serenidad de los bosques nórdicos, realizados por el escultor Emil Wikström. En los tejados existían motivos relacionados con los lagos del país.
El pabellón fue un claro ejemplo del estilo romántico nacional, donde se mezcla el Art Nouveau, de carácter internacional, con la arquitectura rural finesa. La cúpula central se adornó con frescos realizados por Akseli Gallen-Kallela, con temas dedicados al Kalevala, con los que ganó la medalla de oro del certamen.
Gallen-Kallela contribuyó junto a Louis Sparre a la fundación del diseño finlandés, los muebles y elementos textiles de la Iris room, habitación del pabellón donde se exponía la decoración finlandesa de época, tuvieron una buena acogida.
Finalizada la exposición el pabellón fue derribado perdiéndose la escultura de los osos. De los frescos de Gallen-Kallela se conservaron unos bosquejos y se reprodujeron en 1928 para decorar el techo de la sala principal del Museo Nacional de Helsinki, obra precisamente de la sociedad formada por Gesellius, Lindgren y Saarinen.
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